Autor: Federico Mayor Zaragoza
Edita: Editorial Universidad de Granada
Granada, 2008
Índice:
Resumen:
Si hubiera un censo de ciudadanos del mundo encontraríamos que Federico Mayor Zaragoza (Barcelona, 1934) habría sido de los primeros en inscribirse en él. Pasó hace muchos años de la realidad política nacional a la escena internacional. Desde 1987 hasta 1999 fue Director General de la UNESCO -en una etapa anterior había sido Director adjunto- y eso ha marcado su carácter, pues ocupar ese puesto durante doce años dejó en él una profunda huella que, desde entonces, no ha hecho sino quedar aún más marcada en su espíritu. Lo que era, entre otras cosas, un honor se convirtió para él en un reto al que desde el primer momento dedicó todas sus energías. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura ofrecía tanto un lugar privilegiado para ver lo que pasaba en nuestro mundo como una plataforma singular para hacer algo que incidiera positivamente en el curso de los acontecimientos. No hay que olvidar que en 1989 tuvo lugar la llamada 'caída del muro de Berlín', significando el fin de los regímenes comunistas del Este de Europa y, con ello, del antagonismo entre bloques que había condicionado la política mundial desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Todas las organizaciones relevantes en el panorama internacional, desde la ONU hasta la OTAN habrían de reformular sus objetivos y reciclar su razón de ser. La UNESCO también, lógicamente. Sus desvelos por el patrimonio cultural de la humanidad, su trabajo por la difusión de la ciencia y sus esfuerzos por potenciar la educación en todos los países del planeta pasarían a situarse en la órbita definida por el nuevo contexto internacional.